Una ola de pánico recorre al mundo tras la llegada de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos. Pero hay de pánicos a pánicos. Sería un
grave error subestimar los peligros que representa la política de
supremacía nacionalista de Trump. El nacionalismo de un imperio es de
una naturaleza muy diferente al nacionalismo de un país colonizado. Si
se le añade que cuenta con una amplia base social dentro de Estados
Unidos, se puede medir el alcance que colinda con la matriz fascista sin
caer en el abuso que se hace comúnmente de esta palabra.
Pero en medio del pánico se pretende amalgamar temores que tienen sustentos sociales, razones y motivos muy diferentes. Es necesario deslindar campos, pues defenderse de un peligro desde el lado equivocado puede tener peores consecuencias.
Desde distintos ámbitos se habla con alarma, y hasta con nostalgia, del fin de la globalización y, frente a Trump, pareciera diluirse la barrera entre globalifóbicos y globalifílicos. Pero no hay que olvidar que la globalización neoliberal ha sido el domo bajo el cual el capital ha impuesto una nueva era de saqueo, colonización, destrucción del ambiente, y la precarización del trabajo y de la vida a escala planetaria.
Pero en medio del pánico se pretende amalgamar temores que tienen sustentos sociales, razones y motivos muy diferentes. Es necesario deslindar campos, pues defenderse de un peligro desde el lado equivocado puede tener peores consecuencias.
Desde distintos ámbitos se habla con alarma, y hasta con nostalgia, del fin de la globalización y, frente a Trump, pareciera diluirse la barrera entre globalifóbicos y globalifílicos. Pero no hay que olvidar que la globalización neoliberal ha sido el domo bajo el cual el capital ha impuesto una nueva era de saqueo, colonización, destrucción del ambiente, y la precarización del trabajo y de la vida a escala planetaria.
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