La gradual inserción de Cuba en un nuevo marco de relaciones
económicas ha dado pie a la emergencia, en todas las zonas del espectro
social, de sujetos cada vez con mayor capacidad de autogestión, con
todos los riesgos y complejidades que esto trae aparejado. Parte de los
retos que acompañan a estas nuevas subjetividades, es la posibilidad de
expandir y repensar sus competencias discursivo-informativas dentro de
horizontes comunicacionales asociados a una visión menos centralizada de
la información.
Se trata, en realidad, de un fenómeno que rebasa
el espectro de “lo cubano”: hablamos de la irrupción, a gran escala, de
nuevos agentes de la información, quienes circunvalan las limitaciones
de un periodismo secuestrado por agendas de variada índole. Gracias a
los discursos digitales que ensayan, el mensaje es menos unívoco. En su
función de explorar otros enfoques y de develar contenidos obviados,
deliberadamente o no, por los medios conectados al mainstream,
blogueros y comunicadores digitales negocian espacios para que esto
ocurra. Y aunque la capacidad, seriedad y profesionalismo con que
comunican puede, en efecto, ser variable, no significa que por ello su
función sea menos legítima.
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