El 29 de enero, Sinan al-Ameri, de
cinco años, dormía con su madre, su tía y otros doce niños en la
habitación de una cabaña de piedra, una construcción típica de las
aldeas rurales pobres de las tierras altas del Yemen. Poco después de la
una de la madrugada, las mujeres y los niños se despertaron ante el
sonido de un tiroteo que había estallado a una distancia de unos cientos
de metros. Alrededor de 30 miembros del Equipo nº 6 de las fuerzas de
operaciones especiales de la Marina estadounidense estaban asaltando la
ladera oriental del remoto asentamiento.
Según los vecinos de
la aldea de al Ghayil, en la provincia de al Bayda, Yemen, el primero en
morir en el ataque fue Naser al Dhahab, de 13 años. La casa de su tío,
el jeque Abdulrauf al Dhahab, y la edificación que se encontraba detrás
de ella, el hogar de Abdallah al Amiri, de 65 años, y su hijo Mohammed
al Amiri, de 38, parecían ser los objetivos de las fuerzas
estadounidenses, que solicitaron apoyo aéreo al verse acorralados en un
tiroteo de casi una hora de duración.
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