La situación de derechos humanos que atraviesa Colombia es
extraordinariamente preocupante. En lugar de abrir las puertas a la paz y
la esperanza, el post-acuerdo con las FARC-EP aparece como un período
plagado de incertidumbre y violencia. Mientras se hacen cuentas alegres
sobre la reducción de muertes violentas de miembros de la Fuerza
Pública, desde la vereda de las organizaciones y los movimientos
populares y de izquierda, la realidad es aterradora. La guerra sucia
continúa y va en aumento. Escasamente pasa un día sin que asesinen a un
dirigente popular. Sólo en Enero del corriente año, 27 dirigentes
sociales han sido asesinados, prácticamente uno por día. Huelga aclarar
que el epicentro de esta guerra sucia se encuentra en el suroccidente
colombiano, que es, a su vez, el escenario más álgido que ha tenido el
conflicto social y armado en el país. Los mapas de una y otra violencia
se sobreponen, revelando así el vínculo íntimo que les une.
Sem comentários:
Enviar um comentário