The Financial Times, portavoz del caduco neoliberalismo
global, con tal de defender sus intereses plutocráticos amarra navajas
entre Rusia y China por el control de la creativa Ruta de la Seda Polar (https://goo.gl/HGB1C1), mientras el muy bien informado portal ruso Sputnik devela la coordinación entre Moscú y Pekín.
Rusia se acopla a las tres rutas de la seda de China: 1) la continental (vincula con Europa por medio de Asia Central y Rusia); 2) la marítima (une al sudeste asiático y a África oriental), y 3) la polar.
Alexandr
Lomanov, del Instituto del Lejano Oriente, caracteriza la convergencia
de tres relevantes proyectos: la Unión Económica Euroasiática (UEE), la
Organización de Cooperación de Shanghái y la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático. A juicio de Lomanov, la Unión Europea (UE) podría ser
uno de los motores de la integración global gracias a su poder
financiero y científico, así como por su experiencia administrativa en
proyectos de integración” cuando “la UE se ha apartado de estas
oportunidades, al parecer por razones ideológicas ( sic). Su renuencia a la cooperación directa con la UEE se deriva de su prejuicio ideológico contra China”.
El zar Vlady Putin ha declarado que “Rusia debe garantizar la seguridad militar (¡supersic!) y ecológica en el Ártico” (https://goo.gl/AArwZz).
No es una declaración menor cuando el Ártico es uno de los puntos más
cercanos para un hipotético cuan devastador intercambio nuclear entre
Rusia y Estados Unidos. La infraestructura militar del complejo del
ártico de Rusia –con una superficie de 14 mil metros cuadrados– ostenta
sus armas más avanzadas. Rusia es el único país del mundo que dispone de
bases militares en el Ártico, donde resalta su trébol: única base de su
género en el mundo. La región ártica posee pletóricos recursos
minerales y, a juicio del zar ruso Putin, los proyectos extractivos
deberán apegarse a las normas ambientales, que desdeña Trump.
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