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segunda-feira, 16 de abril de 2018

Calígula y Trump

El ataque trapero lanzado en contra de Siria por Donald Trump y sus criados británicos y franceses ratifica por enésima vez el acelerado proceso de putrefacción moral del imperio norteamericano, comandado ahora por un Calígula redivivo. Los cronistas de la época y los historiadores caracterizaron al emperador romano como un sujeto despreciable: cruel, extravagante y propenso a dar rienda suelta a sus perversas fantasías sexuales. En pocas palabras, un personaje desequilibrado, caprichoso y para quien el derecho y la ley eran intolerables obstáculos a sus más profundos deseos. En su libro el historiador Suetonio cuenta que Calígula quiso nombrar a su caballo favorito, Incitato, como cónsul para demostrar con ello lo ilimitado de sus poderes y el absoluto desprecio que sentía por las instituciones públicas de la Roma imperial. No muy diferente es el perfil psicológico del Calígula que habita en Washington. Al menos eso es lo que en vano advirtió la carta que al inicio de su mandato enviara un grupo de la Sociedad Americana de Psiquiatría al Congreso de la Unión denunciando el extremo peligro que representaba que un sujeto tan enfermo como Trump tuviera a su alcance el botón nuclear que podría, en cuestión de horas, poner fin a todo rastro de vida en el planeta Tierra.

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