Lucha de segunda en buena parte de la historia del movimiento obrero, el
feminismo hoy toma la delantera en las resistencias contra el
capitalismo austeritario. Movimiento vivo, radicalidad, capacidad de
autoorganización, audiencia de masas y un largo etcétera de
potencialidades para empapar al resto de luchas. La capacidad de
respuesta a la llamada del 8 de marzo de 2017 para la huelga de mujeres,
así como las réplicas de la Women’s March en todo el mundo fueron el
pistoletazo de un nuevo ciclo de movilizaciones feministas. Las primeras
huelgas y movilizaciones masivas a las que se enfrentaron tanto Macri
(Argentina) como Trump (EEUU) fueron feministas.
Y desde hace algunos años más, el papel de las mujeres en las primaveras árabes, en las movilizaciones en defensa de lo público o en las protestas campesinas en América Latina no es casualidad. La ofensiva neoliberal y misógina de la receta austeritaria se está encontrando con fuertes resistencias por parte de las mujeres. Mujeres que asumimos las cargas reproductivas dentro y fuera del hogar, dentro y fuera del mercado, dentro y fuera del empleo. Sus políticas de recortes y deuda suponen una vuelta de tuerca doble o triple en todas esas esferas para nosotras. Sin embargo, no todas las mujeres transversalmente sufrimos igual los estragos de la crisis.
Y desde hace algunos años más, el papel de las mujeres en las primaveras árabes, en las movilizaciones en defensa de lo público o en las protestas campesinas en América Latina no es casualidad. La ofensiva neoliberal y misógina de la receta austeritaria se está encontrando con fuertes resistencias por parte de las mujeres. Mujeres que asumimos las cargas reproductivas dentro y fuera del hogar, dentro y fuera del mercado, dentro y fuera del empleo. Sus políticas de recortes y deuda suponen una vuelta de tuerca doble o triple en todas esas esferas para nosotras. Sin embargo, no todas las mujeres transversalmente sufrimos igual los estragos de la crisis.
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