Los presidentes de Estados Unidos, los líderes europeos y sus 
portavoces académicos han atribuido la creciente participación, el 
superávit comercial y la potencia tecnológica de China al “robo” de 
tecnología occidental que esta ha hecho, al comercio “desleal” o carente
 de reciprocidad y sus restrictivas prácticas de inversión. El 
presidente Trump ha lanzado una “guerra comercial”–aumentando 
fuertemente los aranceles, especialmente a las exportaciones chinas–, 
una guerra diseñada para instaurar un régimen económico proteccionista. 
 Quienes en el mundo occidental condenan a China ignoran las 
experiencias de desarrollo en los últimos 250 años, empezando por la 
política del Estados Unidos post-revolucionario destinada a proteger las
 “industrias recién nacidas”. 
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