“Volví a pasear la mirada por aquel campo para seguir los movimientos
de las aterrorizadas figuras que se las veían y deseaban para salir de
él, porque la tierra no se los iba a tragar a no ser que consiguieran
llegar al otro lado de las colinas, más allá del horizonte.
-He hecho blanco, gritó Gabi.
-De eso nada, le contradijo Shmulik…
-Vamos, dijo Moishe, cinco ráfagas y por lo menos te cargas a uno…
Aquellos cuatro, allí enfrente, acababan de quedarse sin fuerzas y, convertida ahora su carrera en un andar pesado y abatido, descendieron uno tras otro a la grieta de una pequeña torrentera para después salir de ella y en el momento en que apareció el último, repiqueteó la primera ráfaga y los cuatro cayeron. Después se levantaron tres y echaron a correr…
-Uno a cero, gritó Shmulik, y se volvió hacia Gabi con una media reverencia…”.
-He hecho blanco, gritó Gabi.
-De eso nada, le contradijo Shmulik…
-Vamos, dijo Moishe, cinco ráfagas y por lo menos te cargas a uno…
Aquellos cuatro, allí enfrente, acababan de quedarse sin fuerzas y, convertida ahora su carrera en un andar pesado y abatido, descendieron uno tras otro a la grieta de una pequeña torrentera para después salir de ella y en el momento en que apareció el último, repiqueteó la primera ráfaga y los cuatro cayeron. Después se levantaron tres y echaron a correr…
-Uno a cero, gritó Shmulik, y se volvió hacia Gabi con una media reverencia…”.
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