Imaginemos que hay un medicamento, vamos a llamarle por ahora X, que 
sirve para tratar la leucemia. Gracias a la investigación científica, se
 descubre que ese mismo fármaco además sirve para tratar la esclerosis 
múltiple. ¡Estupendo!, pensaría cualquiera, no solo por bondad sino por 
razones económicas: si un mismo producto sirve para varias enfermedades,
 eso evita costes de desarrollo de otro medicamento nuevo porque ya 
existe este. Además, si hay más pacientes pues la demanda será mayor y 
por tanto el precio puede bajar. Eso es lo que pensaría cualquiera, 
menos los gerentes de las grandes farmacéuticas.
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