“El liberalismo económico ha sido el principio organizador de una
sociedad que se afanaba por crear un sistema de mercado. Lo que nació
siendo una simple inclinación en favor de los métodos no burocráticos,
se convirtió en una verdadera fe que creía en la salvación del hombre
aquí abajo gracias a un mercado autorregulador. Este fanatismo fue el
resultado del súbito recrudecimiento de la tarea en la que el
liberalismo estaba comprometido: la enormidad de los sufrimientos que
había que infringir a seres inocentes, así como el gran alcance de los
cambios entrelazados que implicaba el establecimiento del nuevo orden.
La fe liberal recibió su fervor evangélico como respuesta a las
necesidades de una economía de mercado en pleno desarrollo”.
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