Han pasado 14 años que parecen increíbles. ¿Realmente los hemos vivido? 
¿Estamos viviéndolos todavía? 
¿En qué medida es eso improbable?
 
Catorce años de guerras, intervenciones militares, asesinatos, tortura, 
secuestros, localizaciones clandestinas, de crecimiento del estado 
nacional de la seguridad de Estados Unidos hasta unas proporciones 
monumentales y de la expansión del extremismo islámico en la mayor parte
 del Gran Oriente Medio y África. Catorce años de dispendios 
astronómicos, infinidad de campañas de bombardeo y una política militar 
en el exterior de primera magnitud en la que se repiten las derrotas, 
los chascos y los desastres. Catorce años de una cultura del miedo en 
Estados Unidos, de interminables alarmas y advertencias, pero también de
 funestos presagios de ataques terroristas. Catorce años del entierro de
 la democracia estadounidense (o, mejor dicho, de su conversión en 
escenario multimillonario y fuente de espectáculo y entretenimiento, que
 no de gobierno). Catorce años de propagación del secretismo, de 
clasificación de cada documento producido, de feroz persecución de los 
denunciantes de conciencia y del impulso cuasi religioso de mantener 
“seguros” a los estadounidenses dejándoles en la oscuridad acerca de lo 
que está haciendo su gobierno. Catorce años de desmovilización de la 
ciudadanía. Catorce años del surgimiento de la corporación guerrera, de 
la transformación del conjunto de actividades militares y de espionaje 
en unas actividades lucrativas y de la proliferación de innumerables 
contratistas privados que trabajan para el Pentágono, la NSA, la CIA y 
muchos otros segmentos del estado nacional de la seguridad para asegurar
 su funcionamiento. Catorce años de nuestras guerras regresando a casa 
en la forma de trastornos de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas 
en inglés), de militarización de la policía y de expansión en la 
“patria” de tecnologías propias de zonas de combate como los drones y 
los vehículos UMV. Catorce años de despliegue de todo tipo de vigilancia
 y de desarrollo de un sistema planetario de vigilancia cuyo alcance 
–desde líderes extranjeros hasta grupos tribales en las zonas más 
remotas de la Tierra– dejaría estupefactos a quienes gobernaban los 
estados totalitarios del siglo XX. Catorce años de misérrima inversión 
en la infraestructura de Estados Unidos y ni siquiera un kilómetro de 
tren de alta velocidad construido en algún lugar de este país. Catorce 
años en los que se iniciaron las guerras de Afganistán 2.0, de Iraq 2.0 y
 3.0 y la de Siria 1.0. Catorce años, eso es, en los que lo improbable 
se hizo probable. 
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