Nuestra cultura se caracteriza por tener mucha información que nos
llega sin filtrar, sin clasificar y carente de calidad. El acceso a este
cúmulo de datos nos permite desafiar los conceptos imperantes, pero
hace que nos sea más difícil porque carecemos de las "anclas"
conceptuales e históricas que resistan un examen científico, para
someter esa información al conocimiento que podría mejorar la realidad
que vivimos.
En esta cultura, que venera el aquí y ahora, es
difícil rastrear y comprender los procesos que abarcan muchos años, por
lo menos hasta que llega el momento en que el proceso y sus
consecuencias ponen en relieve la aguda realidad. Esto es lo que ocurrió
el verano pasado cuando el diario Israel Hayom realizó une
encuesta entre maestros israelíes que expuso un cuadro particularmente
sombrío. El 69 % de los maestros de Israel no sabía lo que pasó el 29 de
noviembre de 1947: El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de
la ONU votó a favor de una resolución, que aprobó el plan de partición
de Palestina (Ver más en: http://jcpa.org/article/ noviembre-29-1.947 mil-quiz / # sthash. p0w9b8vp.dpuf)
Más aún, el 57 % no sabía nada de la Línea Verde (las fronteras del
armisticio fijadas al final de la Guerra de la Independencia) o cómo se
determinó.
Esta ignorancia de los fatídicos asuntos no es un accidente. Es
el resultado final de años en los que el sistema educativo ha estado
bajo la dirección de los ministros provenientes de las filas del
nacionalismo y el mesianismo. El proceso que tiene lugar en el sistema
de educación pública, impulsado por estos ministros, se compone
principalmente de dos tendencias importantes que determinan la cultura
política y se están reproduciendo en la esfera pública.
La
primera tendencia, y más importante de las dos, es la que garantiza que
al dejar fuera los dos temas clave mencionados anteriormente los
programas escolares no construyen un sistema de conceptos, hechos y
procesos históricos que podrían conducir a una mejor comprensión de la
historia del sionismo y el conflicto con los árabes. El vacío resultante
es más fácil de llenar con "verdades históricas" y cambiarlo según sea
necesario para reflejar tal o cual necesidad política, como lo demuestra
la reciente comparación del primer ministro Benjamin Netanyahu del gran
mufti de Jerusalén con Hitler.
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