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terça-feira, 5 de janeiro de 2016

Marcelo Birmaje, la ceguera mental como pretendida virtud

Marcelo Birmajer acaba de sufrir la muerte de su hermano. Una muerte violenta, sorpresiva, injusta y absurda como toda muerte en esas circunstancias.
Y probablemente, por los efectos psicológicos de tal impacto Marcelo Birmajer ha hablado a calzón quitado. Una suerte de penoso in vino veritas.
Su hermano, rabino en Israel, fue acuchillado al parecer junto a otro israelí por dos palestinos jóvenes en Jerusalén. Las policías intervinientes balearon a los dos palestinos y mataron a un judío mizraji, indudablemente por su aspecto; los palestinos fueron rematados por civiles israelíes a patadas.
Marcelo Birmajer recordó a su hermano en una alocución en una sede judía askenazi en Buenos Aires, rodeado de referentes religiosos judíos y de la representación diplomática israelí. En un acto de alto contenido institucional, difundido todo el acontecimiento por la Agencia Judía de Noticias, Argentina.
Y MB, que se invoca a sí mismo ─suponemos que humildemente─ como “famoso escritor”, nos revela así un modo de pensar, sentir, altamente significativo, porque reconocemos en sus afirmaciones el eco preciso de tantas opiniones, pareceres, declaraciones, que nos llegan desde las voces oficiales del Estado de Israel, de los defensores del Estado de Israel, desde el sionismo supremacista y otras expresiones afines.
MB empieza su alocución siguiendo el método del manual del periodista noticioso, planteando el quién. Quién mató a su hermano.
Y contesta con certeza. Con la certeza del dogma que prescinde de la realidad. MB afirma que “lo mató Amán, lo mató el Faraón.” Amán fue un amalecita duramente enfrentado con las tribus judías. MB no necesita conocer el presente, nuestro presente. Porque ya tiene, de antemano, desde siempre, la respuesta. A su hermano no lo mataron palestinos desesperados, desalojados, patoteados, bloqueados, hambreados, incluso sedientos ─porque el Estado de Israel dosifica con crueldad y desigualdad el agua disponible otorgándole seis veces más a un habitante israelí que a uno palestino─, jóvenes palestinos desesperados, habitantes de una ciudad despojada en brutal proceso de judaización (contra la propia historia jerosolimitana, albergando judíos, cristianos y musulmanes).

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