No empezó bien el año. Antes de acabar enero ya se han producido 
atentados terroristas con víctimas mortales en Camerún, Somalia, 
Pakistán, Turquía, Indonesia y Burkina Fasso. Continúan los naufragios 
con migrantes muertos frente a las costas de Turquía, Grecia, Somalia… Y
 las mujeres víctimas de la violencia de género en España durante la 
primera quincena del mes ya han convertido a este enero en el peor de la
 década. Tres muestras de dramas humanos que amenazan con ir a más en 
los próximos tiempos.  
Tanto los estados como las instituciones 
europeas e internacionales están fracasando en el tratamiento de 
cuestiones como el terrorismo, las crisis migratorias o la violencia de 
género. En los tres casos la mayoría de veces se pretende evadir el 
análisis y el reconocimiento de las causas que están en la raíz de los 
problemas y las tragedias ocasionadas. Se escatima la asignación de 
recursos a políticas educativas, preventivas o de apoyo a las 
organizaciones sociales que se fajan con los problemas y se propone como
 terapia principal la adopción o reforzamiento de medidas más coactivas,
 represivas. Algunas de ellas, desafortunadas y harto peligrosas. Otras 
sencillamente vergonzosas, como en el caso de Dinamarca, con la 
pretensión de confiscar objetos de valor de los refugiados para cubrir 
sus gastos de alimentación y alojamiento. (No puedo evitar que me venga a
 la mente el final de una entrevista a un hoy diputado podemita 
aparecida a finales de octubre bajo el titular “Respetaremos hasta la 
última coma del acuerdo sobre las bases militares”, y en la que a la 
pregunta del periodista “¿Dinamarca o Venezuela?” respondió sin matices:
 “Dinamarca, sin duda”). 
Si para completar el cuadro tomamos en 
consideración otras cuestiones que van a estar a la orden del día de 
este 2016, el panorama no mejora demasiado. 
Por ejemplo: si se 
confirma la tendencia en curso a la depreciación de las divisas de los 
llamados países emergentes y de China, el mantenimiento de precios bajos
 del petróleo y el pinchazo de los valores bursátiles en la zona euro, 
el crecimiento esperado de las economías de dicha zona puede verse 
reducido a cero, con su correspondiente impacto social. En especial en 
los países del sur de Europa. A ello cabe añadir, en la Unión Europea, 
el avance de fuerzas políticas de extrema derecha, racistas y xenófobas,
 acompañado de acciones de violencia contra emigrantes y refugiados, a 
los que debe agregarse los recientes ataques sexuales contra mujeres en 
Alemania, Austria, Finlandia, Suecia y Suiza. 
Un reciente sondeo
 de Gallup Internacional realizado en 15 países de la U.E. con una 
muestra de 14.500 personas muestra cambios significativos en las 
opiniones en torno al euro. La preferencia entre éste y una moneda 
nacional no se decanta en contra del euro solo en Inglaterra, Suecia, 
Dinamarca, Bulgaria o Rumania. Ocurre lo mismo ya en Grecia e Italia. 
(En España un 58% expresa aún su preferencia por el euro y un 32% por 
una moneda nacional). 
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