Mientras los palestinosde los territorios ocupados empiezan las
preparaciones para las elecciones municipales que se celebrarán en
octubre reaparece el fantasma de la división y de las facciones
políticas.
Las plataformas políticas y los medios sociales
palestinos bullen de propaganda contraproducente: los partidarios de
Fatah atacan los supuestos fracasos de Hamas y lo mismo hacen los
partidarios de Hamas.
Lo que ambas partes pasan por alto
convenientemente es que los resultados de las elecciones municipales
palestinas son casi totalmente irrelevantes dentro del marco más amplio
de la situación.
En Cisjordania los ayuntamientos están gobernado
por un estricto acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina (AP). Al
margen de unas pocas tareas, los ayuntamientos de los pueblos y las
ciudades no pueden actuar sin autorización: la autorización de la propia
AP, que está condicionada a la aprobación de las autoridades de
ocupación israelíes.
Esto se aplica a prácticamente todo: desde
los servicios básicos a los permisos de construcción para excavar pozos.
Todas estas decisiones se basan en el condicionamiento político y en el
dinero de los donantes, también motivado políticamente.
Culpar
a un alcalde de un pequeño pueblo de Cisjordania rodeado de muros
militares israelíes, trincheras y torres de vigilancia, y atacado
diariamente por colonos judíos armados de no lograr que la vida de los
habitantes del pueblo cambie de manera visible es tan ridículo como
suena.
No obstante, las elecciones municipales también tiene un
sesgo político y de facción. Fatah, que controla la AP, compra tiempo y
lucha por tener relevancia. Como ya no desempeña un papel fundamental en
liderar a los palestinos en su búsqueda de libertad, Fatah inventa
constantemente maneras de proclamarse fuerza relevante. Sin embargo,
solo puede hacerlo con el permiso de Israel, el dinero de los donantes y
el respaldo político y el consentimiento estadounidense y occidental.
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