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sexta-feira, 19 de agosto de 2016

Federico García Lorca y Manuel Sacristán: porque la Tierra da sus frutos para todos

Se cumplen 80 años del asesinato del autor de Poeta en Nueva York. Una de las páginas más viles de la historia de la Humanidad. Que la España oficial no haya hecho ni la más mínima referencia, que su asesinato tenga que ser investigado en Argentina, indica bien a quien representa esa España de la que hablaba Machado.
Manuel Sacristán escribió sobre García Lorca en varias ocasiones. Aunque lo suyo, durante la etapa de la revista Laye, fue sobre todo el teatro clásico norteamericano, hizo referencias a la obra lorquiana en un artículo publicado en la revista alemana Dokumente [2], inédito hasta el momento en castellano.
Refiriéndose a La casa de Bernarda Alba del “poeta prematuramente arrebatado a su pueblo”, señalaba:
También García Lorca, prematuramente arrebatado a su pueblo en 1936 por su trágica muerte, figura entre los “Viejos”. Y eso no sólo por sus datos biográficos, sino también por el estilo de sus obras, tanto por el “ruralismo” de sus primeros años como, al final, por el puritanismo que aparece en la severa forma de sus piezas tardías. Su último drama, La casa de Bernarda Alba -nunca representada en España hasta 1952, en que se publicó como libro, no dada a conocer al público- es un ejemplo impresionante del más puro arte dramático, elaborado según normas formales que hoy nos parecen exageradamente severas. La influencia de García Lorca sobre los jóvenes dramaturgos españoles se ejerce de diversas maneras. Los autores de provincias, y -en la medida en que permanecen fieles a las formas tradicionales- también los de la capital, asumen el aliento cálido de su drama popular Yerma y sobre todo de Bodas de sangre. Pero la generación joven que se propone ser moderna, sigue más bien la estilización severa de personas y motivos que puede encontrarse en La casa de Bernarda Alba.

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