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quinta-feira, 25 de agosto de 2016

¿Todas las “lindas” son “tontas”?

Mascaradas de la “belleza” burguesa. Por si fuese poca la avalancha represora que la ideología de la clase dominante descargó, históricamente, contra las mujeres, llegó el capitalismo con su creatividad y rápidamente las convirtió en masa explotada con carácter decorativo y estigma de “cabeza hueca”. La burguesía tardó siglos en confiar el voto político a las mujeres, por ejemplo. “En el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. Marx
Convertidas en seres superfluos, serviles y dóciles las mujeres del ideal burgués debieron asumir, además, un mandato mercantil útil para reforzar el consumismo. Se las habilitó culturalmente para hacer las compras de las cosas menores. Jamás lo “caro”, jamás los “electrodomésticos” de “alta gama”, jamás las cosas que el hombre compra. Los publicistas saben bastante de esas trastadas ideológicas. Esa “capacidad” de compra establece el grado de éxito que las mujeres deben conquistar en el torneo burgués del éxito social, la aceptación y la admiración de otras mujeres. Especialmente. Para la burguesía la mujer (que se vuelve, también, propiedad privada) depende -su ontología- de la cantidad de dinero que el marido le da para gastar en las cosas “del día a día” y en la ropa que se pone para decorar bien a su personaje. Les llaman “señoras”.
Pero hay un reducto ideológico (de falsa conciencia) en el que se producen y reproducen las patologías más humillantes del capitalismo. Es un reducto histriónico en el que las mujeres se ven obligadas a ser “tontas” rentables. Eso se ve en la “tele”, en los “diarios”… en todos los medios y en todos los horarios. Es el reino del individualismo y de la egolatría de mercado que busca en las mujeres “lindas” a su presa predilecta porque, según reza la moral mercenaria de la publicidad, “lo lindo vende”. A eso se debe la profusión histérica de estereotipos que la burguesía impone a las mujeres para derrotarlas en una prisión ideológica invisible alambrada con anti-valores de mercado y conductas convenencieras para poner a salvo las instituciones de la familia, las iglesia y el estado burgués. El fetichismo de la belleza femenina y su valor de mercado. Vestidas o desnudas.
Se trata de un reducto ideológico en el que se amasan convicciones y conductas que, por colmo, cuentan con la complicidad de algunas mujeres y muchos hombres. Las más colonizadas tienen tendencia a hacerse famosas en la farándula mediática burguesa. Con o sin éxito, en las artes de exhibicionismo de las “lindas” los principios de mercado predominan, más allá de lo imaginable, en el centro mismo de la vida diaria. Incluso en el cuarto de baño donde recalan cientos de los productos “indispensables” para dar mantenimiento al modelo de “belleza” ordenado por los “medios”. Pero se trata de una “tontería” impostada que envuelve una gran astucia mercenaria y una moral de vendedor que, para venderse a sí mismo, cuenta con muchos clichés y muy poco tiempo. La “lindura” de mercado dura poco por que la velocidad del consumismo es una maquina productora de desechos humanos a destajo.

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