Hace ya dos semanas que Turquía estuvo expuesta a un golpe de Estado que
acabó en fracaso. Esta es una de las pocas ocasiones donde las palabras
no describen lo sucedido ni evalúan sus efectos.
Es sin duda
verdad, aunque insuficiente, decir que el golpe fracasó. Presupone una
similitud entre este golpe fallido y otros golpes fallidos en Jordania,
Siria, Iraq y Venezuela durante las últimas décadas. La verdad fue, sin
embargo, que el intento de golpe turco conllevó una operación enorme,
una operación que se suponía no iba a fracasar. Quienes la llevaron a
cabo confiaban tanto en que iban a tener éxito que no tenían un “plan
B”.
La República de Turquía es desde luego la heredera directa
del Sultanato otomano y el ejército turco es el descendiente del
ejército otomano moderno, cuyos orígenes se encuentran en el período
inmediatamente posterior a la destrucción y abolición del sistema
militar Inkishari en 1826. Por tanto, el fallido golpe de Estado
del 15 de julio se produce tras toda una serie de golpes: tres de esos
golpes fueron perpetrados por el Comité por la Unión y el Progreso en
1908, 1909 y 1913; después hubo una serie de golpes directos e
indirectos perpetrados por el ejército republicano en 1960, 1971, 1980 y
1997. Todos ellos tuvieron éxito y determinaron que el ejército se
apropiara del poder o derrocara a un gobierno electo imponiendo otro en
su lugar.
El golpe de Estado del 15 de julio puede haber sido el
primer proyecto de golpe de tal magnitud y recursos que acabó en
fracaso no sólo en Turquía sino en todo el Oriente Medio. La cifra de
generales, de todos los grados de general y desde dentro de todos los
cuerpos de las fuerzas armadas, que fueron arrestados en la semana
siguiente al golpe de Estado se eleva a 126. Este número representa un
tercio de todos los generales de las fuerzas armadas turcas. Mediante
una estimación rápida y aproximada, puede decirse que ese conjunto de
generales tenía mando sobre 150.000 y 200.000 soldados del total de
700.000 efectivos que sirven en las fuerzas armadas turcas.
Sin
embargo, el asunto no acaba aquí. La declaración hecha al principio por
el presidente turco en el sentido de que el grupo de Fethullah Gülen
estaba detrás del intento de golpe, fue confirmada después personalmente
por su jefe de gabinete en la primera entrevista que dio una vez
liberado de los autores del golpe. Esto planteó algunas dudas fuera de
Turquía. No obstante, la veracidad de tal evaluación no sólo ha ido en
aumento según avanzaban los días, sino que casi se ha convertido en un
hecho indiscutible. Esto es lo que hace que el intento del 15 de julio
constituya una aventura extraordinaria en la tradición de los golpes
militares en Turquía.
Este golpe no fue emprendido por un grupo
de oficiales kemalistas bajo la ilusión de que el Estado laico o la
unidad del país estaba bajo amenaza, o porque asumieron que el ejército
era el creador, guardián y dueño de la república. Fue una organización
religiosa quien llevó a cabo y dirigió este intento de golpe, una
organización de carácter gnóstico y cuya visión del Islam, de Turquía y
del mundo es una mezcla de aportaciones sufíes, inclinaciones políticas
elitistas y extrañas doctrinas (los seguidores de Gülen saben que está
más cerca de ellos que la vena yugular).
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