Cuando el estado de Kerala, en el suroeste de India,
registró el primer caso de coronavirus en el segundo país más poblado
del mundo, todo parecía indicar que la suerte no estaría a su favor
frente a la inminente pandemia.
Es un estado con fronteras porosas, un gran número de trabajadores
migrantes y una economía dependiente de las remesas de una enorme
población expatriada -particularmente en los países del Golfo Persa- que
continuamente está entrando y saliendo del país.
Tiene
además cientos de estudiantes en China y recibe más de un millón
de turistas extranjeros al año.
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