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terça-feira, 1 de novembro de 2016

Calais: ¿El fin de la jungla?

Sin duda la entintada moral del presidente francés Flanby Hollande, lucirá estos días más brillante que nunca, tras el cierre exitoso de la llaga purulenta que a la egregia Francia la había brotado en las proximidades de la ciudad de Calais.
A los largo de la semana pasada se llevó a cabo el desalojo de la Jungla, capcioso nombre que se conoció el campamento levantado por miles de refugiados que llegaron hasta allí con el fin de cruzar de alguna manera el Canal de la Mancha para instalarse en el Reino Unido, a final de cuentas antigua metrópolis de los miles de hombres y mujeres, que han debido abandonar sus países al ritmo de la violencia desatada a raíz de la políticas “democratizadoras” llevadas a cabo por los Estados Unidos, y sus socios menores como Francia y el antiguo Kingdom.
Mission accomplie”, dicen que dijo la prefecto de Calais, Fabienne Buccio, cuándo este último miércoles daba por terminado el desalojo de los cerca de 7 mil refugiados que hace más de dos años, había levantado el campo de refugiados llamado “la Jungla”, que dadas las precarias condiciones de salubridad se ha convertido en la más populosa bidonville de Europa.
En “La Jungla”, donde llegaron a vivir hasta diez mil personas. De lonas, chapas y carpas pasaron a conformarse pequeños ranchos, que llegaron a tener hasta dos plantas. Cada comunidad fue afianzándose en algún sector del campo, lo que le dio un sentido de comunidad. “Esto hubiera podido ser un barrio, la gente ya había instalado sus comercios y tenía una vida de comunidad. Si el gobierno hubiera querido se habrían podido instalar redes de alcantarillado y dejado que la gente construyera casas de verdad”, dijo horas después de iniciado el desalojo Francois Guennoc, de la ONG Albergue de Los Migrantes, que coordinaban los trabajos de voluntarios, para colaborar con los refugiados.
Panaderías, unos setenta restaurantes de comida autóctona de muchos de los países que aportan refugiados, peluquerías, almacenes, cinco mezquitas y dos iglesias ortodoxas, una biblioteca para niños y una escuela multicultural, que daba clases de francés e inglés, a más de cien alumnos, e incluso un estudio jurídico, llegaron a funcionar en La Jungla. Abogados y voluntarios recogían las continuas denuncias de sus habitantes sobre abusos policiales.
La Mission accomplie, también se ocupó del “accidental” incendio que terminó por destruir los despojos de muchas de las precarias viviendas.
Los incendios, según las autoridades, se produjeron a raíz de una antigua tradición afgana, que manda quemar las casas que se abandonan, con menos vuelo antropológico, se menciona la presencia de encapuchados con uniformes negros, que durante la noche del martes comenzaron los incendios, que obligaron a los habitantes de La Jungla a una carrera desesperada no solo por salvar sus vidas, y sus pocas pertenencias sino por despertar a quienes dormían, ignorantes de lo que sucedía, sacar las garrafas de gas antes que estallaran. En la mañana del miércoles, más de mil efectivos policiales antimotines, rodeaban el campamento mientras que decenas de incendios se seguían produciendo. Los incendiados fueron la gran excusa para terminar de convencer a los más renuentes a abandonar la “ciudadela”.
Los habitantes de la Jungla, fueron derivados a los 450 albergues abiertos por el gobierno francés en diferentes puntos del país, conocidos como centros de acogida y orientación (CAO).
Al tiempo unas mil personas que todavía no han sido censadas por las autoridades para trasladarlas a los albergues y se mantienen en las proximidades.

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