Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

quarta-feira, 16 de novembro de 2016

Trump y el momento populista

Ha ganado un fascista. Decirlo no es banalizar el fascismo. El fascismo no es un fenómeno exclusivamente italiano y alemán de los años 30; es una forma de construir lo político. Algunos politólogos españoles trataron de delimitar el fenómeno fuera de nuestras fronteras para evitar hablar de fascismo en España. En España sólo habrían sido fascistas los camisas viejas de la minúscula Falange joseantoniana. No es cierto. El fascismo en España se construyó con los materiales ideológicos disponibles para un proyecto de masas; el catolicismo más reaccionario. Lo que algunos llamaron nacional-catolicismo es la versión española del fascismo. Y fascismo ha habido en muchos países de Europa y de América con diferentes combinaciones discursivas de patrioterismo, xenofobia, reivindicación de un pasado nacional glorioso, religión, una fraseología anti-élites, chovinismo y ningún cuestionamiento de las relaciones de propiedad. Trump es un fascista viable en los EEUU; no hace el saludo romano ni luce esvásticas, pero ha sido apoyado explícitamente por fascistas inviables, desde el Ku Klux Klan hasta varias milicias armadas americanas.

Quienes llamen a lo de Trump populismo de derechas tendrán razón ¿Hay una forma mejor de describir el fascismo que como populismo de derechas? El populismo no es una ideología, ni un paquete de políticas públicas, es una forma de construcción de lo político desde un “afuera” que se expande en los momentos de crisis. Ese afuera es el que ha movilizado a la white american working class con Trump, del mismo modo que movilizó a la británica a favor del Brexit. Ese desprecio aristocrático tan políticamente correcto por los rednecks americanos, por los chavs británicos o por los badaloneses que hicieron alcalde a Albiol,  revela la miopía de cierto progresismo cosmopolita que sólo es paletismo urbano.

Los populistas son outsiders y pueden ser de derechas, de izquierdas, ultraliberales o proteccionistas. ¿Quiere esto decir que los “extremos” se tocan o se parecen? En ningún caso. No por repetido es menos ridículo ese argumento mediante el que un extremista de centro se autoidentifica como el virtuoso término medio y en un triple salto mortal dice que los puntos más lejanos a un lado y a otro en realidad están cerca. Trump no está cerca de Sanders, está cerca de las políticas migratorias de Bush y de la Unión Europea. Trump, multimillonario, está cerca del mundo construido por los presidentes que le precedieron, incluido Obama, que dejaron a la intemperie a las clases populares americanas. Trump simplemente ha aprovechado el momento.

Sem comentários:

Enviar um comentário