¿Y si los conflictos de Medio Oriente no fueran de carácter
religioso? Para el historiador y economista libanés Georges Corm, esta
mirada reduccionista de la geopolítica solo sirve para legitimar la
tesis del “choque de civilizaciones”. En su libro Para una lectura profana de los conflictos*,
el académico muestra la cantidad de mecanismos que han permitido
legitimar guerras injustas desde el final de la Guerra Fría. Una
política que se basa en la instrumentalización de lo religioso.
Haciendo una lectura profana de los conflictos, ¿se opone usted a la teoría del “choque de las civilizaciones”?
Se trata de un regreso a la politología clásica, una aproximación a las
situaciones bélicas mediante un análisis multifactorial y no por una
única causalidad, religiosa, étnica o pretendidamente moral. La tesis
del choque de civilizaciones, según mi criterio, es una visión
posmoderna de la división del mundo entre semitas y arios que provocó un
antisemitismo espantoso que derivó en el genocidio de las comunidades
judías europeas. Esta tesis perversa impide reflexionar sobre las causas
de los conflictos. Cegada por la teoría del choque de las
civilizaciones, la opinión pública puede apoyar empresas bélicas como la
invasión de Irak y Afganistán y hasta las intervenciones en Libia,
Siria y más recientemente en el Yemen.
En Medio Oriente se
antepone con frecuencia el conflicto entre sunitas y chiitas. ¿No es la
religión un vector conflictivo en esa región del mundo?
Cuando reinaba el sah
de Irán (1941-1979) su política no era nada diferente de la del régimen
actual. Sin embargo nadie hablaba entonces de enfrentamientos entre
sunitas y chiitas. Hoy son intereses políticos los que se ocultan detrás
de lo religioso. Algunas encuestas publicadas especialmente por The New Yorker,
debido al fracaso de la invasión de Irak, los EE.UU. han decidido
provocar conflictos entre los chiitas y los sunitas. Creando
especialmente la idea del triángulo chiita Irán/Siria/Hizbulá libanés
considerado equivalente a un “eje del mal” Todo eso está muy ajeno a la
complejidad de las realidades territoriales que implican los regímenes
turco, catarí, saudí e israelí. La política occidental mantiene un eje
en la visión interna “sunitas contra chiitas” y una externa “mundo
islámico contra mundo occidental” en un plano más amplio. Se trata de un
enfoque fantasioso, todos los gobiernos de los países musulmanes están
dentro de la órbita de las potencias occidentales a excepción de Irán
que está intentando normalizar sus relaciones con los EE.UU.
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