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terça-feira, 11 de agosto de 2015

El Referendum y la desintegración de Syriza

¿Cuáles fueron las causas del referéndum de julio? Muchos lo vieron como si surgiera de la nada, como un comodín que el primer ministro griego Alexis Tsipras se sacó de la manga. Pero también hay dudas sobre sus motivaciones, incluso se especula que Tsipras pensó que iba a perder.
 
Creo que el referéndum fue claramente un intento de salir de la trampa en la que el gobierno estaba cayendo a través del proceso de negociación. En realidad era bastante obvio que durante la espiral descendente de concesiones, el gobierno y Tsipras se dieron cuenta de que lo que proponían no iba a ser suficiente para la Troika. Hacia la última semana de junio se veía claro que el acuerdo que estaba tomando forma no pasaría la prueba interna dentro de Syriza y no pasaría tampoco la prueba de la opinión pública. Los mensajes que llegaban a la dirección y a Tsipras mismo desde el interior del partido, desde mucho más allá de las filas de la Plataforma de Izquierda, indicaban que lo que se estaba conformando no era aceptable. Los últimos días de esa semana hubo también un cambio significativo de la opinión pública. La gente decía que estaban hartos de estas negociaciones interminables. Se entendía que la Troika estaba tratando de humillar al gobierno griego. Tsipras, que como político tiende a ser del tipo que juega y apuesta fuerte, pensó en el referéndum. La idea no era del todo nueva y había sido sugerida antes por otros, incluyendo Yanis Varoufakis, no como ruptura con el proceso de negociación, sino como un movimiento táctico que podría fortalecer la postura negociadora. Estoy seguro acerca de esto que digo porque conozco informes detallados de la reunión clave del gobierno la noche del 26 de junio, cuando se anunció el referéndum.
Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que Tsipras y la mayoría de las personas cercanas a él pensaban que el referéndum iba a ser un paseo. Y eso era lo que parecía antes del cierre de los bancos. La sensación general era que el referéndum se ganaría abrumadoramente, con más del 70 por ciento. Esa expectativa era bastante realista, sin el cierre de los bancos el referéndum se habría ganado con facilidad, pero la significación política del No habría sido distinta, ya que no habría existido la atmósfera de confrontación y dramatismo creada por el cierre de los bancos y la reacción de los europeos.
Lo que sucedió en esa reunión de gobierno fue que varias personas, el ala derecha del gobierno, liderada por el Viceprimer ministro Yanis Dragasakis, no estuvo de acuerdo con la convocatoria del referéndum. Dragasakis es en realidad la persona que ha estado supervisando todo el proceso de negociación del lado griego. Todos en el equipo de negociación con la excepción del nuevo ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, son del grupo de Dragasakis y él era el ministro más destacado que quería deshacerse de Varoufakis. Ese ala derecha del gobierno pensó que el referéndum era una propuesta de alto riesgo. A diferencia de Tsipras, que no era consciente de lo que se planteaba, el ala derecha se daba cuenta de que se trataba de una decisión muy polémica que daría lugar a una dura reacción de la parte europea. Lo cual se confirmó luego. También estaban asustados de la dinámica de base que pondría en marcha esa iniciativa. Desde otro sector, el líder y ministro de energía y reconstrucción productiva y miembro de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis, dijo que el referéndum fue la decisión correcta, aunque tardía, pero también advirtió que equivalía a una declaración de guerra, que la otra parte cortaría la liquidez y que en cuestión de días los bancos estarían cerrados. La mayoría de los presentes pensó que eso era un chiste.

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