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quarta-feira, 26 de agosto de 2015

El fin del sueño de la "multipolaridad"

La devaluación de la moneda china producida en estos últimos días expresa, desde mi punto de vista, la puesta en severo cuestionamiento de la teoría que postulaba años atrás la existencia de un posible “desacople” entre la economía de los países centrales, especialmente los EEUU y la de los denominados países “emergentes” [1].
Esta teoría del desacople cobró fuerza a partir del año 2008 –cuando se produjo el estallido de la burbuja de las hipotecas subprime en la principal economía del mundo– y se basaba centralmente en la capacidad que podrían adquirir –fundamentalmente China e India– a partir de procesos muy acelerados de crecimiento económico (que han logrado llevar al gigante chino a convertirse en la segunda economía mundial) de permanecer inmunes a los vaivenes de los países centrales y preservar la demanda mundial en base a la incorporación al mercado de su gigantesco número de pobladores. La irrupción de estas nuevas potencias “emergentes” dio origen a la sigla BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
En el inicio del año 2008 la economía mundial se hallaba involucrada en una gigantesca burbuja, originada inicialmente en el mundo de las finanzas, pero que ya se había extendido masivamente a la “economía real”. La “contabilidad creativa”, originada por una economía crecientemente financiarizada, fuertemente vinculada al nuevo paradigma productivo “post fordista” y al quiebre realizado por la administración Nixon en 1971 del patrón oro (que había sido fijado en la segunda posguerra por los acuerdos de Bretton Woods), había llegado para intentar paliar los recurrentes problemas que enfrentaba el capitalismo globalizado para aumentar la extracción de plusvalía. La creciente concentración del ingreso mundial ha llevado a generar una alarmante ausencia de demanda de bienes, dada por la baja propensión marginal a consumir de los sectores acomodados de la población. Esta ausencia de demanda se intentó paliar con la generación de una demanda “ficticia” vía otorgamiento de créditos hipotecarios a sectores que no reunían los requisitos de ingresos mínimos para recibirlos.
Previamente al estallido de la burbuja en los EEUU, el precio del barril de petróleo había superado los 150 dólares y se encaminaba, según algunas visiones de la época, aparentemente sin freno a los 200 dólares. Paralelamente, el precio de la tonelada de soja lograba superar los 600 dólares.
La burbuja inmobiliaria a la que llevaron estas políticas, que incitaban a la gente a endeudarse indefinidamente para apostar a inmuebles cuya valuación no cesaba de incrementarse, estalló violentamente cuando las condiciones de pago de los préstamos se volvieron inmanejables para casi todos los beneficiarios subprime y los bancos intentaron masivamente cobrar rematando las propiedades puestas en garantía. Los Estados de los países centrales debieron acudir masivamente al rescate de estas instituciones, lo que llevó a un reverdecer obligado de la teoría keynesiana, que parecía sepultada por tres décadas de hegemonía incontestada del monetarismo.

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