La devaluación de la moneda china producida en estos últimos días
expresa, desde mi punto de vista, la puesta en severo cuestionamiento de
la teoría que postulaba años atrás la existencia de un posible
“desacople” entre la economía de los países centrales, especialmente los
EEUU y la de los denominados países “emergentes” [1].
Esta teoría del desacople cobró fuerza a partir del año 2008 –cuando se produjo el estallido de la burbuja de las hipotecas subprime
en la principal economía del mundo– y se basaba centralmente en la
capacidad que podrían adquirir –fundamentalmente China e India– a partir
de procesos muy acelerados de crecimiento económico (que han logrado
llevar al gigante chino a convertirse en la segunda economía mundial) de
permanecer inmunes a los vaivenes de los países centrales y preservar
la demanda mundial en base a la incorporación al mercado de su
gigantesco número de pobladores. La irrupción de estas nuevas potencias
“emergentes” dio origen a la sigla BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
En el inicio del año 2008 la economía mundial se hallaba involucrada en
una gigantesca burbuja, originada inicialmente en el mundo de las
finanzas, pero que ya se había extendido masivamente a la “economía
real”. La “contabilidad creativa”, originada por una economía
crecientemente financiarizada, fuertemente vinculada al nuevo paradigma
productivo “post fordista” y al quiebre realizado por la administración
Nixon en 1971 del patrón oro (que había sido fijado en la segunda
posguerra por los acuerdos de Bretton Woods), había llegado para
intentar paliar los recurrentes problemas que enfrentaba el capitalismo
globalizado para aumentar la extracción de plusvalía. La creciente
concentración del ingreso mundial ha llevado a generar una alarmante
ausencia de demanda de bienes, dada por la baja propensión marginal a
consumir de los sectores acomodados de la población. Esta ausencia de
demanda se intentó paliar con la generación de una demanda “ficticia”
vía otorgamiento de créditos hipotecarios a sectores que no reunían los
requisitos de ingresos mínimos para recibirlos.
Previamente al estallido de la burbuja en los EEUU, el precio del barril
de petróleo había superado los 150 dólares y se encaminaba, según
algunas visiones de la época, aparentemente sin freno a los 200 dólares.
Paralelamente, el precio de la tonelada de soja lograba superar los 600
dólares.
La burbuja inmobiliaria a la que llevaron estas políticas, que incitaban
a la gente a endeudarse indefinidamente para apostar a inmuebles cuya
valuación no cesaba de incrementarse, estalló violentamente cuando las
condiciones de pago de los préstamos se volvieron inmanejables para casi
todos los beneficiarios subprime y los bancos intentaron
masivamente cobrar rematando las propiedades puestas en garantía. Los
Estados de los países centrales debieron acudir masivamente al rescate
de estas instituciones, lo que llevó a un reverdecer obligado de la
teoría keynesiana, que parecía sepultada por tres décadas de hegemonía
incontestada del monetarismo.
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