Ululan las ambulancias. Hay cientos de heridos. Hay disparos de balas de goma pero también con munición de guerra.
¿Se trata de una revolución o de una rebelión?
¿Quiénes
son esos hombres desnudos de cintura para arriba, musculosos, que tiran
piedras a la policía en el centro de Beirut? ¿Son auténticos
revolucionarios? ¿Están allí para reclamar la tan desacreditada
“Primavera Árabe”?
¿O han venido para hacer una demostración de
fuerza pagados por Occidente? Si el Estado libanés se derrumba, el
Estado Islámico (EI) podría avanzar y ocupar una parte importante de
Líbano. Esto podría casar con los intereses de los países occidentales y
los de Turquía, como también los intereses de los estados del Golfo.
O Israel podría aprovechar el vacío de poder e invadir otra vez Líbano. O podrían ser ambos: el EI e Israel.
Hace
dos semanas una amiga mía decía bromeando: “Encontré a un muchacho en
Beirut que me dijo que está por conseguir un empleo en una ONG europea.
Su trabajo será ayudar a desestabilizar Líbano”. Ella mencionó el nombre
del país que financia la ONG, pero yo prefiero no nombrarlo para no
echar más petróleo al incendio. En ese momento nos reímos mucho pero la
cosa ya no parece tan divertida.
Ayer ella me dijo: “La policía le disparó”. El muchacho estaba allí; no estaba fanfarroneando. Aquello no era un juego.
¡En Líbano ya nada parece ser un juego!
¿O
acaso podría haber dos “tipos” de manifestantes en el mismo lugar y el
mismo momento? ¿Aquellos que luchan por un Líbano mejor y los que cobran
por pelear por el sectarismo y los intereses foráneos (que en este país
vienen a ser más o menos lo mismo)?
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