Un asunto tan importante como la belleza jamás ocupa los “encabezados” a
no ser que se trate de exhibir mujeres o hacer publicidad al concepto
de “arte” secuestrado por algunos muesos o galerías mercantilizados.
Contra eso, y desde sus entrañas, debe desarrollarse una producción
simbólica, una revuelta de los signos, un ascenso semiótico, artístico,
comunicacional, revolucionario definitivo, comprensible y comprensivo.
Es simplemente un error que un “reformismo de la belleza” cumpla con
emblematizar a la Revolución estética que lucha por nacer, porque aun
sus mejores triunfos -siempre perfectibles- están bajo acechanza.
Mientras el Imperialismo genera muerte, destrucción, miseria y barbarie
en los países coloniales y semi-coloniales; mientras pinta con
desolación los imaginarios actuales, mientras hace lo indecible por
secuestrar y fulminar al porvenir… mientras padecemos el gran embrollo
de las mafias mercantiles trasnacionales. La producción de un movimiento
estético genuino, desde las bases, no se logrará sólo con escarbar en
los repertorios “folklóricos” para revivir lo que le “gusta al pueblo” y
disfrazar de “popular” aquello que decide una élite. Las condiciones y
los tiempos no lo toleran. No se madura una estética revolucionaria sólo
por inventar fraseologías novedosas “lindas”, en audiovisuales,
estaciones radiofónicas, realizaciones revisteriles o cibernéticas…
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