El 2017 termina en la Argentina con otra pésima noticia que se suma a
otras conocidas en las últimas semanas: el Tribunal Oral Federal Nº 6 de
la ciudad de Buenos Aires le concedió el genocida y torturador probado y
confeso Miguel Osvaldo Etchecolatz, ex Director de Investigaciones de
la Policía Bonaerense, el beneficio de la prisión domiciliaria a causa
de su "delicado cuadro de salud". El personaje de marras desempeñó aquel
cargo entre marzo de 1976 y fines de 1977 y fue la mano derecha de otro
asesino de triste memoria, el ex general Ramón Camps. En 1986
Etchecolatz (que actualmente tiene 88 años) fue sentenciado a 23 años de
cárcel al ser hallado culpable de 91 casos de tortura. Después de la
anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en 2003 fue
condenado por delitos de lesa humanidad en un juicio que se sustanció en
el 2006 y donde fue el único acusado. En esa oportunidad se lo condenó a
prisión perpetua por seis homicidios. Fue en el juzgado de La Plata
donde se ventilaba el caso que un testigo presencial de sus crímenes, al
albañil Jorge Julio López, lo identificó como uno de los torturadores.
En su declaración narró entre otras la siguiente escena: “La chica
estaba casi a mi lado, en un camastro. Le habían tirado un baldazo con
agua y Etchecolatz le pasaba picana...y ella le gritó: "Por favor no me
mates, llevame presa de por vida pero dejame criar a mi beba"...y él le
sonrió...y delante mío le pegó un balazo ahí mismo. Si la encuentran
alguna vez, verán que la cabeza tiene dos agujeros, porque la bala entró
por la nuca y le salió por el costado”. Conocida la sentencia, los
fotógrafos advirtieron que el genocida había escrito el nombre de López
en un pequeño papel, y también una orden: “secuestrar”. El mensaje fue a
parar a manos cómplices y obedientes. Tres horas después, López
desaparecía para siempre.
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