“Sin título (Alan Kurdi)”, de Muhammad Ansi [Cortesía de Muhammad Ansi/John Jay College]
La exposición “Oda al mar: Arte de la Bahía de Guantánamo” se abrió
el 2 de octubre de este año en la President’s Gallery, ubicada en el
último piso de Hareen Hall, en el John Jay College de la Criminal
Justice en Nueva York. Se trata de un edificio impersonal situado en una
zona acomodada del Upper West Side de Manhattan, que en estos momentos
tiene gran parte de la fachada y de la entrada escondidas tras unas
lonas por hallarse en proceso de rehabilitación.
La galería en
sí no es más que un pasillo que se abre a varias oficinas
administrativas. Sin embargo, este inusual espacio de galería es el
lugar donde se están mostrando al público los vestigios de un aspecto
particularmente brutal de las maquinaciones geopolíticas de EE. UU.
durante la denominada “guerra contra el terror”.
La exposición
presenta 36 pinturas y esculturas realizadas por los detenidos en la
prisión estadounidense de la Bahía de Guantánamo, comisariada por la
profesora de arte penal Erin Thomson, la archivera Paige Laino y el
artista y poeta Charles Shields. Tras su apertura a principios de
octubre del pasado año, “Oda al Mar” empezó a recibir en la prensa
elogios abrumadoramente positivos.
A mediados de noviembre, al
parecer como resultado directo de la atención que esta exposición volvió
a centrar en los detenidos, el Departamento de Defensa estadounidense
(DoD, por sus siglas en inglés) anunció que iba a suspender los
traslados fuera de Guantánamo de las obras de arte que los detenidos
enviaban a través de sus abogados. El comandante de la fuerza aérea Ben
Sakrisson, portavoz del Pentágono, declaró que todas las obras de arte
de los detenidos en Guantánamo eran “propiedad del gobierno de EE. UU.”,
y manifestó sus temores respecto a los ingresos financieros de las
ventas. El DoD amenazó también con eliminar lo que considera obras de
arte “excesivas”, añadiendo que podría destruirlas.
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