Me siento como cómplice de un crimen cada vez que compro ropa y pago por
(p. ej.) treinta euros por un pantalón vaquero. Arrastro esa culpa
cuando saco la visa y cojo la bolsa, ya que sé -porque lo he visto- que
mi prenda ha sido confeccionada por menores o parias del Tercer Mundo
que apenas ganan para comer.
Sem comentários:
Enviar um comentário