Fue un 8 de enero de 1959, cuando el Comandante Fidel Castro hizo su
entrada triunfal en La Habana, al frente de la Caravana de la libertad,
consolidando el triunfo militar de la Revolución. Ya en la madrugada del
1 de enero, Castro había llegado a Santiago de Cuba al frente de sus
tropas. Desde un balcón del ayuntamiento de Santiago, anunció el triunfo
de los rebeldes sobre las tropas del gobierno tiránico. Esa misma
noche, Batista renunció a la presidencia de Cuba y huyó hacia República
Dominicana.
Horas antes de la entrada en La Habana, el dictador
Fulgencio Batista, un oscuro y sangriento personaje que había gobernado
Cuba desde marzo de 1952 huyó, como bien queda retratada en la película
El Padrino II. Era el fin de una larga lucha de Castro: el fallido
intento de la toma del Cuartel de Moncada en 1953; el encarcelamiento
junto a los integrantes del movimiento; su exilio en México y el regreso
a Cuba en el Granma en 1956; y la larga campaña de guerrillas en la
sierra. «Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la
tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda
mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante
todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la
verdad es el primer deber de todo revolucionario» diría Castro frente a
un pueblo enfervorecido.
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