La naturaleza de la crueldad humana es enormemente compleja, así que
voy a centrarme en algunas ideas que me han resultado esclarecedoras.
Durante años, al igual que otras personas, me he sentido completamente
perpleja por la pregunta: ¿cómo consiguen los criminales dormir por la
noche? Mi pregunta no encontraba respuesta hasta que el año pasado leí
el artículo de Liam McLoughlin “No Shame: The Science Behind Why Most
Australians Feel Okay About Tormenting Asylum Seekers” (La ausencia de
vergüenza: la ciencia explica por qué la mayor parte de los australianos
no se sienten mal por el calvario que hacen pasar a los demandantes de
asilo). Este escrito me dio la clave que me ayudó a entender la crueldad
indiferente de los Netanyahus, Obamas, Trumps, Merkels, Blairs y tantos
otros como ellos, en el pasado, presente y futuro.
Para los
activistas, la verdad es el arma definitiva contra el mal de la
injusticia. Con una actitud ilusoria o ignorante no podemos conseguir
justicia. En mi caso, mi primera limitación procedía de mi educación
cristiana, ya que me lavaron el cerebro para creer que todos los hijos
de Dios son fundamentalmente buenos y, sin embargo, violentos por
naturaleza. ¡Figúrese! Este punto de vista sobre la condición humana ha
sido para mí un obstáculo.
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