Dieciséis años después de los atentados del 11 de septiembre que
justificaron el negocio de la guerra infinita contra el terrorismo
yihadista, la amenaza terrorista se va extendiendo cada vez con más
fuerza. Sólo en Afganistán, país ubicado en el corazón de Asia Central
que, por tener frontera común con China, Irán, y los ‘espacios
soviéticos’ e India, se ha convertido en el territorio más estratégico
del mundo para EEUU, ya que Washington ha utilizado a esta turba polpotiana en cuatro ocasiones concretas:
Entre 1978 y 1991,
cuando patrocinó la extrema derecha islámica y cristiana en las
fronteras de la Unión Soviética, como una herramienta más en su lucha
contra las fuerzas de izquierda a nivel mundial. En nombre del Islam, la
pandilla de delincuentes yihadistas fue enviada desde Pakistán para
llevar el terror: atentaron contra unos 2.000 colegios (mataron a la
totalidad de las estudiantes del liceo de Kabul) y destruyen las
infraestructuras del país socialista (centrales eléctricas, fábricas,
clínicas, unas mil cooperativas campesinas, etc). La CIA creó a
terroristas profesionales en sus centros de entrenamiento en Pakistán,
gracias al dinero de Arabia Saudi. Ronald Reagan y Margaret Thatcher les
apodaban “luchadores por la libertad”.
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