Hay dos maneras posibles de describir la dramática y muy publicitada detención de activistas y miembros de alto rango del partido Balad a principios de esta semana: 
 "La policía abrió una amplia investigación contra Balad por sospechas de transferencia fraudulenta de millones de shekels a las arcas del partido durante las elecciones de 2013". 
 O: "En una operación de seguridad nocturna allanaron las casas de 
decenas de palestinos que fueron arrestados por activismo propalestino".
 
 La mayoría de los medios de comunicación en hebreo que 
informaron del asunto optaron por variantes del primer titular. Sin 
embargo, en mi opinión, el segundo titular es mucho más preciso por un 
número de razones. 
 En primer lugar no tengo ni idea de cómo 
funcionaba la campaña de recaudación de fondos para la elección de 
Balad, ya sea en 2013 o en general. Como seguidora del partido, quiero 
creer que no se ha hecho nada ilegal. Sin embargo lo que sí sé que es un
 hecho es que apenas hay un solo partido en Israel que no haya sido 
investigado o declarado culpable de violar la ley de finanzas de campaña
 de Israel. También estoy segura de que los miembros de estos partidos 
no han sido detenidos en medio de la noche, como se hace en una 
operación comando de alto secreto. Ni siquiera cuando las sospechas eran
 mayores y más graves, aun cuando los sospechosos eran funcionarios de 
alto nivel. Este no es el "lenguaje" en el que Israel funciona en el 
ámbito político-civil. En Israel los ataques nocturnos y las detenciones
 son una respuesta "natural" a las amenazas de seguridad. 
 No es casualidad, por supuesto: el Estado de Israel lleva años intentando eliminar al partido Balad de la arena política
 y ahora lo convierte en una amenaza para la seguridad. Al carecer de la
 voluntad, o incluso la posibilidad, de tratar con el tipo de discurso 
que promueve Balad -quizás el único partido que ha presentado 
consistentemente una visión detallada para un futuro democrático real 
para este país- Israel prefiere convertirlo en una amenaza. 
 
Piense en cuántas veces las palabras "terroristas", "traidores" o 
"espías" surgen en el contexto para Balad. No sólo en las respuestas en 
los portales de Internet, sino también de los ministros y diputados en 
el plenario de la Knesset. El sentimiento detrás de cada intento de deslegitimar el partido -desde el repetido intento de que el Comité de Ética de la Knesset prohíba
 a sus miembros presentarse a las elecciones hasta la suspensión de la 
reunión con las familias de los atacantes palestinos- es uno: Balad no es una voz política legítima, sino más bien una amenaza para la propia existencia del estado. 




