Hace poco un amigo compartió una imagen que pretendía mostrar
solidaridad con Palestina. A primera vista pensé que era bonita:
aparecía un corazón trazado con la palabra “Palestina”, relleno con los
nombres de varias ciudades palestinas y decorado con los colores de la
bandera palestina.
Como es natural, busqué la ciudad de Safad,
cerca del lugar de nacimiento de mis abuelos. No la encontré, pero
tampoco otras ciudades cercanas como Akka, Haifa, y ni siquiera Nazaret.
Entonces lo vi claro: en este corazón palestino no estaba incluidas
ninguna de las ciudades de las que se habían apropiado las fuerzas
sionistas durante la Nakba de 1948.
Como descendiente de
palestinos originarios de una aldea que ahora se conoce como Israel, no
me sorprende el aluvión de propaganda israelí tratando de sepultar la
historia de nuestra existencia. No se puede esperar menos de un Estado
que se creó por medio de la expulsión y el sometimiento de una población
existente.
El Estado israelí no es el único que discrimina a la
población palestina, también es algo endémico de la propia población
israelí. Un reciente estudio del Centro de Investigación Pew señala que casi la mitad de los judíos israelíes opina que se debería expulsar del país a los ciudadanos palestinos de Israel y un 79 % cree que los judíos merecen un trato preferente en Israel.
No
obstante, es de suponer que la imagen del corazón, que ignora una
injusticia fundamental perpetrada contra los palestinos, fue creada por
una persona que apoya Palestina. No es más que una más de los millones
de imágenes que se comparten a diario en las redes sociales, pero sirve
de recordatorio de que la difícil situación de los palestinos
desposeídos en 1948 se ha olvidado en muchos sentidos, incluso por parte
de quienes apoyan la causa palestina.
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