Ante la intensificación de la mal llamada “crisis migratoria” surgieron
voces de gobernantes, políticos y supuestos expertos en el tema
asegurando que este no era un problema europeo sino africano o, en todo
caso del Medio Oriente. La estremecedora imagen del niño kurdosirio
yaciendo inerte en una playa de Turquía luego de que naufragara la
barcaza en que junto con su familia intentaba llegar hasta la isla de
Kos, en Grecia, conmovió a la opinión pública mundial y puso de relieve
el inmenso drama humanitario que se está desenvolviendo en el
Mediterráneo. No fue el primero que paga con su vida la crisis desatada
por la desestabilización de un país, Siria, desgraciadamente convertido
en el blanco de siniestros cálculos geopolíticos de Estados Unidos y sus
aliados que destruyeron uno de los países más prósperos y estables de
la región. En esa misma barcaza murieron otros cinco, uno de ellos su
hermanito de cinco años, aparte de su madre y un número todavía
indeterminado de adultos. Si ampliamos el foco del análisis para abarcar
con la mirada el torrente humano procedente del África Subsahariana el
número de víctimas infantiles sería abrumador, aunque no haya registro
fotográfico de ello. Queda en pie la pregunta: ¿por qué se produce la
crisis, qué es lo que la dispara?
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