Las reacciones que las olas migratorias de refugiados provenientes 
del Oriente Medio, de Siria y otros países, están causando en los países
 de la Unión Europea (UE) confirma que las elites europeas nada 
aprendieron de su propia historia pasada y reciente, y que por esa razón
 son incapaces de pensar y proponer soluciones a problemas cruciales que
 afligen y afligirán a esa región. 
 Nada aprendieron estas 
elites de las consecuencias de las políticas coloniales e imperiales en 
los pueblos de los otros continentes, ni en sus propios pueblos. 
 La rigidez del “patrón oro” y el liberalismo a ultranza que lanzó una 
rebatiña imperial y condujo a la Gran Depresión, al fascismo y a la 
segunda Guerra Mundial es reproducida en el euro, que está provocando 
depresiones económicas y disolución social en Grecia y otros países de 
la UE con deudas impagables. 
 Tampoco aprendieron las 
lecciones del pasado de que no hay que coquetear con el fascismo, como 
muestra el apoyo (sin problema de consciencia) al régimen 
oligárquico-fascista en Ucrania que está llevando a cabo la política 
anti-rusa de Washington. 
 Porque nada aprenden, para seguir 
la misma política, es que no quieren ver que los flujos de refugiados 
que llegan a las costas de Grecia o Italia, después de haber dejado una 
espantosa estela de náufragos y muertos en el Mediterráneo, son el 
producto directo de las políticas de países de la UE y de Estados Unidos
 (EEUU), de la creación de extremistas y fanáticos religiosos para 
luchar contra la Unión Soviética en Afganistán y luego en Chechenia, y 
muy particularmente de las agresiones militares que destruyeron a los 
regímenes seculares en Irak y Libia, y que están desestabilizando y 
destruyendo la economía y la sociedad secular en Siria. 
 
Tampoco estas elites neoliberales quieren recordar que histórica y 
repetidamente las grandes potencias europeas y EEUU han impedido, en 
beneficio de sus empresas monopolistas y de sus objetivos geopolíticos, 
que hubiera un desarrollo socioeconómico autóctono en los países del 
Oriente Medio, de África y Nuestra América, como desde los años 60 y 70 
los países reclamaban los países No-Alineados al proponer en la ONU la 
creación de un Nuevo Orden Económico Mundial. 
 Los países del
 imperio, porque así debemos llamarlos, siguen sin cambiar sus 
políticas, como se ha visto recientemente en las abstenciones y 
oposiciones en la ONU, a partir de la propuesta argentina, para crear un
 marco internacional destinado a una más justa y segura renegociación de
 las deudas soberanas (1). 
 De nuestro lado, en los países de
 América, sí conocemos muy bien las causas de los flujos de migrantes 
porque desde hace ya dos siglos hemos estado del lado “receptor” de esas
 migraciones que trajeron a nuestros países a millones y millones de 
europeos huyendo del hambre, de las guerras y las persecuciones 
políticas, de las periódicas y destructivas crisis económicas del 
capitalismo. 
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