La ignorancia es una bendición –la astucia es digna de elogio– el
proto-fascismo está “de moda”. Como en las sociedades totalitarias, los
estadounidenses admiran la fuerza, la certitud; en política, el
Principio de Liderazgo. La Alemania, post-Weimar, es un ejemplo de
primera clase. Nunca antes EE.UU. ha visto nada parecido, no porque no
haya habido candidatos esperando su oportunidad, Douglas MacArthur por
ejemplo, pero debido a la descomposición de la personalidad de la
ciudadanía ésta todavía no estaba suficiente madura. Hoy lo está. Por
mucho que Trump se considere un portento y un genio auto-inventado, el
secreto de su atractivo reside en un febril populacho que desea
ardientemente encontrar dirección, principalmente si esta proviene de un
tipo reaccionario. Guerra, intervención, acción clandestina, cambio de
régimen, parálisis social con respeto a la diferenciación de riqueza y
poder, respeto a las buenas costumbres raciales, aunque más latente que
abiertamente expresado, centenario – todo perfectamente aceptable. No
solo aceptable, necesario para la conservación del "modo de vida americano".
La auto-invención de Trump, con ayuda paternal, fue temprana; la
formación militar consolidó el proceso, la Escuela Wharton le suministró
un imprimátur capitalista, un estilo de vida de falta de moderación que
solidificó una identidad personal de privilegio. Al nacido en el
palacete – el estadounidense prototípico que combinaba militarismo,
capitalismo, e individualismo en el monstruo casero capaz, como en el
mantra de su campaña, de “Hacer que EE.UU. vuelva a ser grande”, para un
pueblo golpeado por, pero prostrado ante los pies de, una economía
política que amalgamaba ella misma lujo, consumismo, y miseria humana.
Mediante su auto-personalización como, y la amplia utilización de, El
Donald (como Teddy en lugar de Theodore Roosevelt), tiene una marca
prefabricada de afecto para ocultar sus tendencias corporativistas y
belicistas (también como TR).
Echemos una mirada al artículo de Michael Barbaro en el New York Times, “Donald Trump compara su formación con el servicio militar en Book, (8 de septiembre), el libro en cuestión, la biografía de Michael D’Antonio de Trump: ‘Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success’”,
al cual el periodista tuvo acceso gracias a una copia preliminar (fecha
de publicación, 22 de septiembre). Barbaro revela inmediatamente la
tendencia de Trump hacia la fantasía y la exageración: Dijo a D’Antonio
que aunque obtuvo prórrogas del servicio militar durante la Guerra de
Vietnam, él “‘siempre sintió que estaba en el ejército’ por su educación
en un internado con tema militar”: La Academia Militar Nueva York, “una
costosa escuela privada a la que fue enviado por sus padres [incluso
considerando la subsiguiente inflación, la matrícula actual es de 31.000
dólares] para corregir mala conducta, darle ‘más entrenamiento militar
que el que recibe un montón de los tipos que van al ejército.’”
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