Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

segunda-feira, 7 de setembro de 2015

Refugiados, toda la miseria del mundo

Qué imagen elegir para mostrar el tremendo drama que se está viviendo ahora mismo en Europa? ¿La del niño sirio muerto en una playa turca? ¿La de una madre, también siria, aferrada a su bebé y a las vías de un tren en Budapest, negándose a ir a un campo al que la conducen policías húngaros? ¿O aquella de junio, tomada en una playa de la frontera entre Francia e Italia, que muestra a unos refugiados cubiertos de pies a cabeza con unas coberturas metálicas para escapar a la lluvia, deambulando informes sobre unas rocas? ¿O esa otra de los cuerpos flotando en círculo en pleno Mediterráneo? ¿Lo crudo o lo sugerido? ¿La foto del nene muerto es más fuerte que la de las ropas expuestas en la arena que llevaban las otras 11 personas que se ahogaron junto a él? Las redacciones de todo el mundo están discutiendo ahora mismo sobre deontología periodística, como cada vez que se plantea una catástrofe de este tipo. ¿Una imagen vale más que mil palabras? Sí, decía Nick Ut, el fotógrafo de la Associated Press que captó a aquella icónica niña vietnamita corriendo desnuda quemada por el napalm yanqui. La guerra de Vietnam cambió por esa imagen, pensaba Ut. ¿Cambiará el destino de los refugiados sirios, eritreos, kosovares, paquistaníes, luego de la difusión de la foto de Aylan Kurdi, niño sirio de 3 años ahogado en la playa de Bodrum, en Turquía? Nada es menos seguro, pero la reacción de Manuel Valls, el robótico primer ministro francés al que no se le ha movido un pelo a la hora de expulsar gitanos a rolete, levanta una pizca de esperanza de que el choque de las imágenes produzca algún efecto. “Tenía un nombre, Aylan Kurdi. Urgencia de reaccionar. Urgencia de una movilización europea”, escribió Valls en 120 caracteres*

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