Nunca, desde la Segunda Guerra Mundial, los desplazamientos forzados de
población habían conocido tal amplitud y habían sido tan mortíferos ni
tan aleatorios y peligrosos, imponiendo a tantos niños y niñas, mujeres y
hombres condiciones de existencia tan inhumanas, sufrimientos tan
intolerables. Una verdadera tragedia que pone al desnudo la realidad del
nuevo orden internacional establecido por la mundialización
capitalista, como muestran la multiplicidad y la universalidad creciente
de los flujos migratorios.
Actualmente la atención se dirige hacia
los refugiados de guerra provenientes de Medio Oriente; pero hay muchos
otros conflictos militares, en particular en África, con sus cortejos de
poblaciones desplazadas. Hace poco, la prensa hablaba de las víctimas
climáticas, golpeadas por millones en Asia. En cuanto a las llamadas
“migraciones económicas” contemporáneas, son también “forzadas” (por
tanto, políticas) por el desgarramiento del tejido social bajo los
golpes del neoliberalismo y la violencia de los regímenes apoyados por
las potencias occidentales.
Las migraciones tienen una historia.
En el período precedente, vivíamos ya una migración sin esperanza,
encarnada por la institutriz filipina convertida en empleada de hogar en
Italia, clandestina. Hoy vivimos la hora de las migraciones de
supervivencia. La población europea no está todavía en esa situación
pero, signo de los tiempos, en países como España o Grecia están de
nuevo en marcha verdaderos movimientos migratorios debido a la falta de
porvenir para la juventud. No se había visto algo así desde hace
decenios.
Se construyen centenares, miles, de kilómetros de muros
fronterizos y no solo en Europa. En Israel despreciando los derechos de
los palestinos a sus tierras. En los Estados Unidos, frente a México
-el mismo México en el que la descomposición del Estado, convertido en
narco-Estado, y el aumento inaudito de la violencia, que llega hasta el
feminicidio, contribuye a la huida de las poblaciones.
La
explosión de las migraciones tiene por tanto múltiples causas: las
guerras sin fin, la crisis climática, el desgarro del tejido social, la
descomposición de los Estados, el desencadenamiento de violencias sin
límites; y, también, la destrucción de los suelos, el hundimiento de las
poblaciones que viven de la pesca, el acaparamiento de las tierras
campesinas, la marginación de los pobres urbanos, la desposesión de los
pueblos en beneficio de las transnacionales…
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