Cada cierto tiempo, Corea del Norte ocupa las primeras planas de los
medios de comunicación, en una mezcla de chirigota y noticia, que dejan
la impresión de que el régimen norcoreano está formado por payasos
histéricos con misiles atómicos. Una visión lejos de la realidad, aunque
el hermetismo del régimen deje poco espacio para al análisis o el
contraste informativo. Pero Corea del Norte es algo bastante más pesado y
serio que la familia Kim, que gobierna el país desde 1945. Es un hinterland, un limes que
separa el territorio controlado por EEUU –Corea del Sur y Japón- del
territorio de las otras dos grandes potencias mundiales de hoy, China y
Rusia (antes, la URSS).
Es ingenuidad de guardería creer que el
desarrollo militar y la subsistencia económica de Corea del Norte habría
sido –y seguiría siendo- posible sin el visto bueno de Beijing y Moscú,
sobre todo de Beijing. China absorbe casi el 60% de las exportaciones
del país y le proporciona el 90% del combustible que consume y el 57% de
sus importaciones. Sin China, el régimen se derrumbaría en meses y el
caos se apoderaría de Corea del Norte. China es el país menos interesado
en un caos pues, de darse, millones de norcoreanos buscarían refugio en
el país más poblado del mundo. Obviamente, en río revuelto EEUU
intentaría lograr lo que no pudo cuando la Guerra de Corea (1950-1953),
que es poner toda la península coreana bajo su control. Como puede
colegirse sin necesidad de ser estratega, ni China ni Rusia aceptarían
ese control. Todo lo contrario, la Guerra de Corea fue provocada por el
intento de las fuerzas comunistas de reunificar el país y prolongada por
el intento de EEUU de aprovechar la situación para apoderarse del
norte. La derrota de las fuerzas norcoreanas provocó la entrada de China
en la guerra y que la Unión Soviética enviara a sus más experimentados
pilotos a combatir contra EEUU. La guerra terminó en tablas y con la
frontera más militarizada del mundo.
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