Siria, Afganistán y Corea del Norte han sido elegidos por la
Administración Trump para mostrar músculos y dientes y anular el poco
cerebro que había exhibido hasta hoy. Esta alta tensión se debió
principalmente a varios cambios en el Consejo Nacional de Seguridad de
EE.UU. marcados por el triunfo de la facción hostil a Rusia e Irán y la
derrota de los “antichinos”:
1) el cese de Steve Bannon, que en la línea de Trump consideraba a Pekín el principal enemigo de EEUU y abogaba por una agenda aislacionista.
2) El despido de la Consejera Kathleen McFarland, por ser “prorrusa”
3)
El ascenso del intervencionista y estratega militar, el general HR
McMaster (ignorado por Obama), que reemplaza al destituido general Michael T. Flynn, acusado de tener contacto con Moscú.
Este equipo, al que se integra el jefe del Pentágono, el “Perro Loco”
James N. Mattis”, ha tomado las riendas de la política exterior de
EE.UU.
Siria: el primer escenario
El 4 de abril
EE.UU. lanzaba con pompa y flauta 59 misiles a la pista de aterrizaje de
la base Al Shayrat sin dañar los aviones rusos allí estacionados. Moscú
tampoco utilizó sus misiles S300 y S400 para impedírselo. Seis militares sirios perdieron la vida por esta agresión ilegal
realizada para “castigar a Bashar Al Assad” acusado, sin prueba alguna
de matar a civiles en un ataque con armas químicas tres días antes. La última versión del confuso incidente es
del periodista que destapó el escándalo de “Irán-Contra”, Robert Parry,
quien señala a la base de las operaciones especiales de Arabia Saudí e
Israel en Jordania como el lugar del lanzamiento de aquellas armas. La
agresión de EE.UU. había sido planeada antes del incidente químico para
que coincidiera con la visita de Xi Jinping a la Casa Blanca, asestando
un duro golpe al presidente chino estando en territorio hostil.
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