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sexta-feira, 21 de abril de 2017

De Atenas a Salamina, de Hornachos a Salé

Explicaba Heródoto, el primero de los grandes historiadores de la antigüedad,refiriéndose a la batalla de Salamina[1]que en la Segunda Guerra Médica enfrentó al imperio persa al mando de Jerjes con las polis griegas, que ante el avance imparable de los ejércitos persas y el peligro que significaba la invasión del Ática, Temístocles propuso que toda la población abandonara su ciudad y se desplazara hasta la isla de Salamina, diciendo estar dispuesto a fundar Atenas en otro sitio. Los atenienses habían sido abandonados por sus aliados que se habían retirado hasta la península del Peloponeso con el pretexto de preparar así mejor su defensa. El peligro de la invasión persa y la constatación de que se encontraban solos frente a un enemigo muy superior en número provocaron que la indignación y el desánimo se apoderaran de la mayor parte de la población de la polis. Temístocles llegó a convencer al demos ateniense, pero tuvo que enfrentarse a Euríbiades, el general espartano que mandaba la flota de la coalición griega, que pretendía levar anclas y poner rumbo al Istmo. En la discusión que mantienen ambos, Temístocles le dice: «Entérate, miserable, nosotros hemos abandonado nuestras casas y murallas, porque creemos que no vale la pena ser esclavos por unos enseres sin vida; pero lo que es la ciudad, tenemos la más importante de las griegas, los doscientos trirremes que ahora están con vosotros, para ayudaros si queréis salvaros con ellos; y si os marcháis y nos hacéis traición, todos los griegos sabrán inmediatamente que los atenienses han ganado una ciudad libre no inferior a la que perdieron.»[2]

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