Hace 70 años una tormenta de fuego, sangre, muerte y destrucción
cubrió al viejo continente. Cuando las tropas de la Alemania nazi
tomaron París en junio de 1940, el gobierno francés se vio obligado a
abandonar el Palais d’élysée, sede del poder ejecutivo desde 1874 bajo el gobierno del mariscal Mac Mahon. El Palais
se vuelve otra vez el objeto de deseo para los candidatos que se
disputarán la presidencia de la República el próximo 23 de abril. Y
frente a esto, el fascismo parece levantar su vuelo una vez más sobre
Europa ondeando como estandarte una rosa azul sin espinas: el Frente
Nacional (FN) francés.
Tras relevar a su padre y fundador en la
Presidencia del partido de la extrema derecha francesa, el Frente
Nacional, Marine Le Pen fue inscrita por Vladimir Volfovich Zhirinovsky
en la revista Time como una de las personas más influyentes del
2011. Su decisión se debió al cambio en la dirección del FN en la manera
de dirigir al partido, suavizando su lenguaje combativo contra el
islam, cediendo la declaratoria del mismo como sinónimo de terrorismo
por la defensa de la secularidad del Estado laico francés. También,
según Antonio Jiménez Barca, “baja el tono” de su discurso anti-gay,
anti-aborto, anti-migrante y antisemita (“¿Por qué sube Marine Le pen?”,
para Liberación, 21/marzo/2011).
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