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terça-feira, 3 de maio de 2016

El líder de al-Qaeda que no lo era


Introducción de Tom Engelhardt 

Pensemos un momento en lo absolutamente chocante de nuestro mundo estadounidense. En los últimos meses, tanto Donald Trump como Ted Cruz han formulado un abanico de sugerencias como para poner los pelos de punta: en su condición de presidente, uno u otro podría ordenar a las fuerzas armadas de Estados Unidos y a la CIA que cometan acciones que incluirían someter a la tortura del “submarino”* a los sospechosas de terrorismo (o “cualquier otra endiablada cosa”), el asesinato de los familiares de los terroristas y el bombardeo “de saturación” de zonas de Siria. En términos legales, todos estos actos serían crímenes de guerra. Estas promesas han escandalizado a muchos estadounidenses de varios sectores importantes del país, que han condenado la posibilidad de tener un presidente así, sugiriendo que ambos están haciendo un llamamiento a cometer actos absolutamente ilegales, auténticos “crímenes de guerra”, y que las fuerzas armadas de Estados Unidos y otros organismos pueden justificar el rechazo de semejantes órdenes. En este contexto, por ejemplo, hace poco tiempo el director de la CIA John Brennan dejó claro que ninguna agencia operativa a sus órdenes sometería al “submarino” a un sospechoso en referencia a las posibles órdenes de esa naturaleza provenientes de un futuro presidente (no estaré de acuerdo con la aplicación de esas tácticas o técnicas de las que he oído hablar; esta institución necesita perdurar”).
Dicho de otro modo, desde luego es intolerable que Donald Trump sugiera estos actos, pero aquí lo más extraño de todo esto es que Donald Trump no hace más que expresar lo que un presidente estadounidense absolutamente real (y un vicepresidente, y un secretario de Estado, ect., etc.) ya vienen haciendo. Entre otras cosas, con la expresión eufemística de “técnicas mejoradas de interrogación”, ellos han ordenado a la CIA el uso de la tortura, entre ellas el “submarino” (lo que en tiempos en los que se hablaba llanamente, se conocía como “la tortura del agua”). También dan carta blanca para que las fuerzas armadas de Estados Unidos torturen o traten violentamente a los prisioneros que tienen en custodia. Han dado luz verde a la CIA para que secuestre a sospechosos de terrorismo (que a menudo resultan ser personas perfectamente inocentes) en cualquier ciudad del mundo o en remotas zonas desérticas de cualquier país y llevarlos a prisiones en países con los peores regímenes torturadores o a centros de detención clandestinos (“localizaciones negras”) que la CIA tiene permitido instalar en países obedientes. En otras palabras, Una administración totalmente real ha ordenado y supervisado crímenes totalmente reales (se ha informado de que sus principales funcionarios (Dick Cheney y Condoleezza Rice, entre otros) han discutido estas técnicas en la Casa Blanca).

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