Introducción de Tom Engelhardt
Pensemos un momento en lo absolutamente chocante de nuestro mundo
estadounidense. En los últimos meses, tanto Donald Trump como Ted Cruz
han formulado un abanico de sugerencias como para poner los pelos de
punta: en su condición de presidente, uno u otro podría ordenar a las
fuerzas armadas de Estados Unidos y a la CIA que cometan acciones que
incluirían someter a la tortura del “submarino”* a los sospechosas de
terrorismo (o “cualquier otra endiablada cosa”), el asesinato de los
familiares de los terroristas y el bombardeo “de saturación” de zonas de
Siria. En términos legales, todos estos actos serían crímenes de
guerra. Estas promesas han escandalizado a muchos estadounidenses de
varios sectores importantes del país, que han condenado la posibilidad
de tener un presidente así, sugiriendo que ambos están haciendo un
llamamiento a cometer actos absolutamente ilegales, auténticos “crímenes
de guerra”, y que las fuerzas armadas de Estados Unidos y otros
organismos pueden justificar el rechazo de semejantes órdenes. En este
contexto, por ejemplo, hace poco tiempo el director de la CIA John
Brennan dejó claro que ninguna agencia operativa a sus órdenes sometería
al “submarino” a un sospechoso en referencia a las posibles órdenes de
esa naturaleza provenientes de un futuro presidente (no estaré de
acuerdo con la aplicación de esas tácticas o técnicas de las que he oído
hablar; esta institución necesita perdurar”).
Dicho de
otro modo, desde luego es intolerable que Donald Trump sugiera estos
actos, pero aquí lo más extraño de todo esto es que Donald Trump no hace
más que expresar lo que un presidente estadounidense absolutamente real
(y un vicepresidente, y un secretario de Estado, ect., etc.) ya vienen
haciendo. Entre otras cosas, con la expresión eufemística de “técnicas
mejoradas de interrogación”, ellos han ordenado a la CIA el uso de la
tortura, entre ellas el “submarino” (lo que en tiempos en los que se
hablaba llanamente, se conocía como “la tortura del agua”). También dan
carta blanca para que las fuerzas armadas de Estados Unidos torturen o
traten violentamente a los prisioneros que tienen en custodia. Han dado
luz verde a la CIA para que secuestre a sospechosos de terrorismo (que a
menudo resultan ser personas perfectamente inocentes) en cualquier
ciudad del mundo o en remotas zonas desérticas de cualquier país y
llevarlos a prisiones en países con los peores regímenes torturadores o a
centros de detención clandestinos (“localizaciones negras”) que la CIA
tiene permitido instalar en países obedientes. En otras palabras, Una
administración totalmente real ha ordenado y supervisado crímenes
totalmente reales (se ha informado de que sus principales funcionarios
(Dick Cheney y Condoleezza Rice, entre otros) han discutido estas
técnicas en la Casa Blanca).
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