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segunda-feira, 2 de maio de 2016

Reflexiones al hilo de la crisis brasileña

Las clases dominantes del mundo decidieron, hace relativamente poco tiempo, desatar una guerra contra los pueblos para mantenerse en el poder en un periodo de cambios agudos. Decidieron que para desatar esa guerra las democracias son un obstáculo, y necesitan, del modo que sea, neutralizarlas, ponerlas a su servicio, así como a los gobernantes electos. En este punto no admiten la menor fisura.
Para deducir el pensamiento estratégico de los de arriba hay que ponerse en su lugar, ya que no lo suelen formular de forma abierta. Debemos preguntarnos qué haríamos si formáramos parte del uno por ciento que tiene asegurada la dominación.
La primera respuesta es que hay demasiada gente en el mundo y que el planeta no admite tanta población, si es que todos quisieran vivir, no ya como vive ese 1%, sino, por ejemplo, a nivel del 20-30% de mayores ingresos. El mundo diseñado para el dominio del 1% apenas tolera la mitad de la población actual del planeta. El resto sobra y ya no cuentan siquiera como productores de plusvalor, porque el sistema acumula robando. La cuestión es qué políticas se derivan de esta constatación.
La segunda es que el 1% abandonó el Estado de bienestar (o sucedáneos similares como los que tuvimos en América Latina) y no entra en sus planes revivirlo. Por lo tanto, las democracias que conocimos ya no son necesarias ni útiles para el tipo de sistemas políticos funcionales a la acumulación por desposesión/despojo/robo que estamos padeciendo. Su lugar lo ocupa la creciente militarización de las zonas pobres, como las periferias urbanas y todos aquellos espacios que las grandes multinacionales colonizan, desplazando pueblos enteros.
Por supuesto, el 1% jura fidelidad a la democracia y a sus valores, porque necesita ilusionar a buena parte de los de abajo sobre la importancia del voto y del sistema de partidos. Pero, por encima de esto, requiere una camada de personas que se desempeñen como representantes y que actúen como intermediarios entre ellos y el resto de la población. Como señala Immanuel Wallerstein, la dominación es estable cuando se asienta en tres partes y es inestable cuando hay sólo dos. Los sectores intermedios son claves para el sistema: desde las clases medias hasta las academias, pasando por los políticos y los grandes medios de comunicación.

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