Hay que borrar las políticas que han caracterizado a cierto número de
países de América Latina, porque ellas desmienten el pensamiento único.
Hay que borrar de la consciencia de la gente que es posible hacer
políticas distintas a las que todavía dominan el mundo.
Hay que
hacer que las personas olviden que no se debe naturalizar el mercado,
que los derechos deben ser garantizados, si queremos sociedades menos
injustas, con menos exclusión social, miseria y pobreza. Para ello hay
que hacer como si Argentina no hubiera superado la peor crisis de su
historia, a comienzos del siglo XXI, no haciendo que el peso de la
crisis recayera sobre la gran masa del pueblo. Como si Brasil –hasta
hace poco el país más desigual del continente, del mundo– no solamente
haya dejado ese puesto, como ha salido, por primera vez en su historia,
del mapa del hambre. Como si Bolivia no hubiera pasado de ser una de las
naciones más pobres de América Latina a ser la más ejemplar en
desarrollo económico, social, político, étnico y cultural. Y todo lo que
ha pasado también en países como Ecuador, Uruguay y Venezuela.
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