El asesor especial del presidente Trump, el señor Stephen Bannon, tiene un nuevo plan para
ganarla guerra en Afganistán: remplazar el ejército estadunidense con contratistas privados. De este modo, la guerra se convertiría en un negocio redondo: la industria de armamentos seguiría suministrando armas y pertrechos, pero ahora hasta las acciones sobre el terreno serían responsabilidad de ejércitos privados. Se llaman mercenarios, pero el eufemismo de
contratistas privadoses útil para disfrazar el verdadero sentido de las guerras imperiales de nuestro tiempo.
La
privatización de la guerra no es un negocio nuevo. La experiencia
bélica estadunidense en Afganistán a partir de 2001 es sólo el ejemplo
más reciente de operaciones de un ejército privado a gran escala. Por
ejemplo, inicialmente la invasión por tropas estadunidenses se presentó
como respuesta a los ataques del 9/11. Se dijo que el objetivo era
desmantelar las bases de al-Qaeda, pero muy rápidamente la lógica de la
guerra se transformó hasta convertirse en una ocupación militar de largo
aliento. Una bien orquestada campaña de propaganda sobre la
reconstrucción de una naciónacompañó esta metamorfosis.
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