Desde el principio, la “química positiva” de la “madre de todos los
brazos caídos” fue un hecho. El formato -con sólo cuatro interlocutores;
Vladimir Putin, Donald Trump, el secretario de Estado Rex Tillerson,
Serguéi Lavrov y dos traductores- impidió cualquier filtración. Lo que
estaba originalmente programada para 35 minutos se prolongó durante 2
horas y 16 minutos. Ni siquiera la aparentemente improvisada aparición
de la primera dama Melania Trump – en la actuación de la Filarmónica del
Elba- logró detener a los medios de comunicación tóxicos.
Tenían que dar cuenta. Necesitaban titulares. Y había un montón. Incluyendo un posible primer paso para una cooperación real, y un acuerdo de alto el fuego en el suroeste de Siria.
Sin embargo, el titular real es que la diplomacia a dado al traste a la demonización de los medios. Desde el punto del “circuito tóxico” -abrumadoramente antiruso- la distopía enmascarada como cumbre (el actual G-20) era solo un mero telón de fondo; lo único que importaba, de la reunión paralela al G-2, fue que confirmaron su narrativa obsesiva; Rusia interfirió en las elecciones de los Estados Unidos.
Tenían que dar cuenta. Necesitaban titulares. Y había un montón. Incluyendo un posible primer paso para una cooperación real, y un acuerdo de alto el fuego en el suroeste de Siria.
Sin embargo, el titular real es que la diplomacia a dado al traste a la demonización de los medios. Desde el punto del “circuito tóxico” -abrumadoramente antiruso- la distopía enmascarada como cumbre (el actual G-20) era solo un mero telón de fondo; lo único que importaba, de la reunión paralela al G-2, fue que confirmaron su narrativa obsesiva; Rusia interfirió en las elecciones de los Estados Unidos.
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