La decisión del gobierno del Presidente Donald Trump de renegociar con
México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) has
sido interpretado por la mayoría de los comentaristas como la salva de
arranque de una nueva oleada de proteccionismo estadounidense. Pero el
discurso publico de Trump no debe confundirse con la esencia del
programa económico de su gobierno y las probables políticas comerciales.
Una explicación mejor para la renegociación –la que podría arrancar tan
temprano como a mediados de agosto– reside en la transformación de la
economía norteamericana y global en los años posteriores a la puesta en
vigencia en 1994 del TLCAN.
La región económica norteamericana forma
parte de un sistema globalizado de producción y finanzas. Aunque
tuvieron motivación para hacerlo, las elites políticas y económicas
estadounidenses no podrían desenmarañar a Estados Unidos (o a la región
norteamericana) de las vasta red de cadenas de subcontratación y
“outsourcing” (externalización) que caracteriza la economía global.
Trump y los multimillonarios que conforman su gabinete son parte de la
clase capitalista transnacional. El imperio empresarial de la familia de
Trump se extiende sobre el mundo, incluyendo fabricas en México que se
aprovechan de la mano de obra barata para exportar a Estados Unidos
gracias a las disposiciones del TLCAN.
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